De las mujeres ilustres en romanse

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Esclarescida señora, y sobre todas las otras damas la más aventajada y egregia, poco tienpo ha que, fallándome algún tanto apartado del ocioso pueblo y quasi libre de los otros cuydados, compuse una obrezilla más en grande alabança del sexo feminil y por agradar a mis amigos que por beneficio común y provecho de la cosa pública.
 

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Cerca de la qual, como yo comigo estoviesse tratando a quién más justamente presentar la deviesse, y esto porque si en mi poder quedava y demasiado se detenía no quiçá se podresciesse, como podrece la fruta que mucho se guarda, y porque tanbién, encaminada para quien recebir la deviesse al abrigo del favor ageno, saliesse más segura a lo público. Demás desto, como yo por otra parte pensasse no deverse dirigir a varón, mas a alguna excellente dama, pues fabla en loor de aquéllas, y assí discurrisse y con diligencia buscasse quál fuesse la más digna y más dello merecedora, vínome al pensamiento aquel tan illustre resplandor de la Ytalia, que no sólo de las damas reales mas ahún de los reyes es gloria y arreo especial: la muy excellente señora doña Johana, sereníssima reyna de Jerusalén y Sicilia, cuyos tan esclarescidos rayos, assí de su alta y generosa prosapia y excellentes abuelos como de las tantas y tan magníficas glorias por su real y magnánimo coraçón ganadas. Después que reconoscí y hove mucho considerado, cahí en opinión de le presentar este mi pobre tractado, ahunque derribado y flaco, para osar parescer ante la silla real de su alteza. Mas a la postre de que miré quán alta, grande y sobrada la real serenidad sea, y quán baxa mi flaca escriptura, que no parece ante aquélla salvo como una quasi muerta centella delante una foguera grande y en demasía lumbrosa, començé de temer; y recelando a la postre que la tanto mayor lumbre no entenebriciesse y asombrasse quiça la tanto menor y quasi ninguna, bolví poco a poco atrás mi opinión, y buscando como de nuevo lo mismo que de antes buscava, después de passar por muchas otras excellentes y altas damas, vine a la postre de la tanta y tan esclarescida reyna a dar y asentarme en vuestra magnífica y illustre señoría.


Y no sin causa grande, ca pensando en vuestras tan dulces y virtuosas costumbres y honestidad estremada, que es el título y mayor prez de las damas, considerando esso mesmo vuestro fermoso y tan esmerado dezir, y junto con esto vuestro claro linaje y las tan altas fuerças de ingenio -con que las otras más discretas entre las damas tan por estremo vencéys y sobráys-, y viendo afuera desto que lo que naturaleza al flaco y femenil sexo negó, Dios Nuestro Señor con su dadivosa liberalidad y con arreo de maravillosas virtudes en vos lo suplió, y tan cumplidamente que fasta por vuestro nombre lo quiso demostrar (ca los griegos llaman andros a lo que los latinos llamamos hombres , assí que Andrea nos significa manifiestamente que hay en vos varonidad y virtud más varonil que de dama), he a la postre conoscido y por derecho juzgado que os podéys dignamente con qualesquier de las mejores de las damas antiguas no sólo ygualar, mas poneros delante. Y por ende, muy illustre señora, como entre las del tiempo nuestro seáys vos sin duda por vuestras muchas y esclarescidas fazañas como quasi un padrón, un espejo y clara ymagen de la misma antigüedad, con razón grande he acordado a vos escoger para os presentar el don y título entero deste mi libro, estimando no menos honor y fama y ahún alabança memorable con estas mis poquillas letras haveros procurado -para entr'essos que vernán-, que os hovo acrescentado en tiempos passados el condado de Monte Odorisio y agora os procura aquel de Alta Villa con los quales la fortuna de título vos arrea de illustre.


A vos por ende, señora grande, a vos embío aquesta mi obra; y a vuestro claro nombre ofrezco y por entero asigno lo que fasta aquí de las claras y famosas damas hove yo escripto. A vos, pues, suplico, dama tan esmerada y noble, que por el santo y tan limpio nombre de castidad, por el qual entre los hombres havéys alcançado el más alto lugar, recibáys con ledo rostro este pequeño don de aqueste vuestro estudioso poeta, a cuyas palabras, si alguna creencia vos ploguiere dar, siempre señora os consejaré que alguna vez vos plega en él leer, ca siento sin duda que podrés dulcemente passar tiempo en él y ahún sentir gozo grande con la tanta virtud femenil que de tan muchas y señaladas señoras escrive, y dulçor especial con las claras hystorias de aquéllas. Y no pienso que leerés por demás ni quedarés sin provecho si contemplando las grandes fazañas de las damas illustres, y esforçando de las remedar, levantarés más arriba y darés como de las espuelas a vuestro grande y coraçón tan noble para que pugne y porfíe por mejor siempre obrar.


Y puesto que alguna vez fallaredes algunas cosas derribadas y deshonestas -o no dignas de vuestros hoydos- entremezcladas con las sanctas y honestas, lo qual fazer me forçó la necessidad de la orden y razón de la hystoria, no dexéys, dama illustre, de las passar y leer, ni toméys d'ellas espanto, antes más en la virtud entonce asentando, como quien entra en un lindo vergel, sabed desechar los espinos (que a las vezes en las huertas nascen) y tended vuestras manos de marfil a coger la espinosa flor; y arredradas entonce y aparte puestas las suziedades, cogerés la dulce fruta de la excellente y verdadera virtud, que siempre toma lo árduo, trabajoso y más diffícile. Y quando en la dama gentil y pagana algo leyéredes que es más de cathólica, sancta y religiosa dueña, maravillaos, señora, d'ello ya mucho más si por alguna desdicha no lo fallardes en vuestra merced, y culpaos, dama noble, y ahun reprehended que siendo baptizada y del sacro crisma y bálsamo ungida en honestidad, mansedumbre, grandeza de corazón, mesura, discreción o virtud, vos sobre una estraña, pagana y infiel; y no dedes logar a tanta vergüença, empero, empleando más entonce las fuerças de vuestro claro ingenio, con el qual podéys mucho, y esforçando mucho más la virtud, no sólo no consintáys sobrada ser por paganas, mas trabajad con vuestro excellente desseo de las sobrepujar y vencer a la postre, porque assí como soys luzida y mirada por muchos por vuestra linda y fermosa persona, y tan leda y fresca mocedad y belleza desigual y garrida, bien assí por virtud prevalezcáys y passéys, no digo de las del tiempo de agora, mas ahun de las claras dueñas antigas, faziéndoos, señora, saber -no digo saber, que bien sabido soy cierto que lo tengáys-, mas trayéndoos a la memoria que la especial y gran fermosura no se deve arrear con afeytes, según que muchas y asaz damas lo fazen, mas con honestidad, limpieza, sanctidad y virtud, con justas, sanctas y virtuosas obras, como siempre vos, señora, lo fezistes, y mucho mejor espero que lo faréys.

Porque faziendo gracias a aquel que tanto os aventajó, no sólo en esta humanidad tan en breve perecedera seáys vos, señora, mucho señalada entre las damas esclarescidas, mas después ahun de libre y despojada desta carne mortal, por el mismo repartidor de las gracias seays recebida en la eterna claridad y lumbre perpetua del cielo.
Una sola merced, allende todo aquesto, señora excellente, os pido, si digna, empero, y cosa justa os parescerá: que mandéys dar osadía a este mi libro para que se demuestre y salga a lo público, que ciertamente según yo estimo, en saliendo con el favor de vuestro acuesto y passando por tan venturosa mano, él yrá tan dichoso y f[a]vorescido que ni terná que temer de ninguno ni dexará de passar por doquier, mas levará el rostro tan alto y tan seguro de qualquier afruenta que muy libre, ledo y gozoso desechará los asautes y asechanças de los tristes maldizientes. Y ahun puestos por tierra los maliciosos, levará muy adelante y pregonará mucho más el esclarescido nombre vuestro juntamente con los de las otras; y por las bocas tan de muchos los fará tan a menudo passar que será gloria grande para presentes y venideros, y a vos entre las otras señoras muy illustre, ya que por vuestra presencia en cada parte fallarnos podéys.
Será este servicio, que os fará conoscida ser, no sólo en muchos lugares mas por muchos estrangeros que hoy viven y ahun después, y fasta en los que vernán vos conservará por fama immortal y gloriosa memoria. Enxalce Dios Nuestro Señor vuestra esclarescida persona y estado.
 
Entrada para la obra

Escrivieron algunos antigos -y con farta brevedad- tiempos ha, algunos especiales libros de los illustres y señalados varones, y agora en nuestros días más larga y tendidamente y por estilo más esmerado el insigne varón y egregio poeta Francisco Petrarcha, maestro mío, escrivió, me pareçe, algo más y mejor. Mas todos a la postre quedaron en esto concordes, que alabaron mucho y festejaron con sus letras las grandes virtudes y fazañas de aquéll[o]s, y esto con grande y justa razón, ca los que assí por entero pusieron todas sus fuerças y estudio, toda su fazienda y sus bienes, mas fasta la sangre que es más y la vida por más valer que los otros, con gran razón merescieron que por sus esforçados y esclarescidos fechos hoviessen de fallar en los que vinieron empos dellos, algún como agradescimiento, algún pregón y alabança famosa, y que [e]l nombre dellos quedasse no sólo heredado de prez immortal, mas para siempre guardado en perpetua y gloriosa memoria, que lo al crimen de ingratitud paresciera o enconamiento maligno y ponçoña de invidia. Y por ende, con mucha más causa y razón quedo espantado de haver tan poco las excellentes y memorables damas podido con tantos y tan diligentes escriptores famosos que no hayan ni ahun fallado quién por alguna especial hystoria la devida mención de sus tantas y tan esclarescidas virtudes fiziesse, como conste por grandes corónicas algunas y ahun muchas dellas haver emprendido tan grandes y tan fazañosos fechos y tan cavallerosa y tan varonilmente, mas tan esforçada y maravillosamente que es cosa del mayor espanto que nunca vi. Pues si los hombres son de alabar, a quien la naturaleza dio fuerças, dio reziodumbre y gran coraçón, porque acometieron fechos varoniles nobles y esclarescidos y supieron salir con ellos, quánto más se deve a las illustres damas dar fama grande y pregón, a las quales negó la natura los dones de valentía y denuedo, y fizo quasi todas muelles delicadas de cuerpo débile, ingenio flaco.
Ciertamente, paresce justa y más que conforme con toda razón que si cosas ellas fizieron grandes, nobles y famosas, y con ingenio subido y alto y virtud más esclarescida enprendieron y acabaron no comunales mas tan altas y luzidas fazañas, que para los mismos varones fueran mucho diffíciles, que deven de ser tanto más enxalçadas y engrandescidas quanto son para ello menos dispuestas, ca esso es propiamente sobrar la naturaleza y vençer quasi la virtud.
E por ende, teniendo que soy obligado a reconoscer tan manifiesta debda y verdad, y tanbién porque no queden tan illustres y excellentes señoras menoscabadas de tanto derecho y razón, y menos miradas, subidas y enxalçadas que sus tantos merescimientos requieren, hove de acuerdo y por descargar a mí mismo de tanta debda y obligación, y por suplir el descuydo, ingratitud y pereza de los tantos escriptores passados, un entero libro para en servicio dellas (de sus grandes y más esclarescidos fechos) fazer, que contenga quando menos la hystoria principal de las más excellentes y memorables de todas ellas, y de aquéllas especialmente que a pesar de la ingratitud, ni la invidia las pudo callar ni la misma antigüedad poner en olvido, que tanto es el poderío que tiene la virtud sobre el tienpo que por más qu'él andando borre, y borrando quasi ciegue la memoria de los virtuosos, por entero no puede quitarle sus derechos.
Hove por bien, demás desto, de acrescentar algo más en su hystoria, añadiendo algunas otras que por esforçada osadía o por excellencia de subido ingenio, o por novedad de vivas astucias, o por especiales dones de naturaleza, o por gracia de su ventura, o por disfavor de alguna desdicha, quedaron en perpetua memoria. Y ahun a éstas acrescentaré algunas pocas, que puesto que ningún fecho fizieron merescedor de quedar en memoria, a lo menos fueron causa de se fazer grandes fazañas.
Y no quiero que tenga por inconviniente, quien aquesta mi obra leyere, si con Pen[é]lope, Lucrecia o Sulpicia, castíssimas y tan virtuosas señoras, fallare mezcladas a Medea, Flora, Senpronia y otras tales, que tovieron más inclinación a vilezas, ca no es de mi acuerdo ni lo adebda tan poco el vocablo de tomar este nombre de illustres tan estrecha y tan encogidamente que siempre de las solas virtuosas se entienda, empero tóm[e]se más largamente y désele al tal vocablo licencia de significar lo que suele. Y tengan cerca desto comporte los leedores, que yo aquéllas tengo por claras que por qualquier fazaña grande sonaron tanto que de mucho nombradas y conoscidas quedó su fama en el mundo más divulgada y más anchamente tendida. Ca muchas vezes se me acuerda que leyendo fallé entre los leónidas, scipiones, fabricios y catones, varones en demasía famosos y nobles, a los bolliciosos y alboroçadores de pueblos: Tiberio Graco y Gayo Gracco, al astuto y engañoso Haníbal, al fementido y alevoso Jugurta; y a los tan bañados en sangre de sus cibdadanos: Lucio Silla y Gayo Mario, y al avariento y estrecho Crasso y otros semejantes.
Empero es de sentir que del haver tanto enxalçado con justos loores las cosas dignas de memoria y del haver por semblante derribado con afeamientos y reproches las torpes y viles, naturalmente suele nacer un motivo y desseo grande, y para despertar por una parte los generosos a la gloria y para retraher por la otra los desavidos de la mengua. Mas junto con esto suele acaescer que del rezentar y poner ante la memoria las torpes y feas vilezas, naçe y se levanta en el vicioso un pensamiento ascoroso y deshonesto apetito de querer como experimentar lo que suena en la escriptura, de que pareçe de alguna manera quedar como en parte manzillada la obra que dello fabla.
E por ende, en remedio desto, he deliberado algunas vezes en mi tractado enxerir algunas dulces y provechosas doctrinas. Y para el destierro y enemiga mayor de los vicios poner de graves reprehensiones y terribles y feos denuestos contra las difformes y siempre reprochadas vilezas, que desta manera con el deleyte de las hystorias abriremos un dulce camino por donde la virtud falle más abierta la entrada, y ella entrando siga el común beneficio y provecho sagrado que suele fazer. Y porque no parezca que assí como los antigos havemos sólo tocado la breve suma del fecho, tengo por dicho que será provechoso y ahun en parte necessario tender algo más y dilatar nuestra hystoria; y esso no salvo segund el filo de la verdad, mas el fecho acompañe, y segund lo que scriven los más famosos auctores y más dignos de fe.
Ni espero que serán a los varones menos plazientes las illustres fazañas de las damas excellentes que a las mismas señoras, como quier que la gloria dellas no tanto alcançe a ellos como a ellas, las quales porque ignoran comúnmente la hystoria han menester más cumplida razón de aquélla. Y ahun porque sabemos que se alegran más ellas en oyr más novedades; y quanto más en pie se detienen, más fuelgan en las escuchar.
Hame otrosí parecido que, salvo nuestra primera madre Eva, no devan las otras sanctas mugeres, ni hebreas nin christianas, mezclarse con las paganas, porque ni convienen en vida ni en ley, ni pareçen tener ygual grado. Ca las primeras, por la eterna y verdadera gloria, no por la vana y falleçedera, se ofrecieron muchas vezes a sostener y çufrir cosas muy contrarias a nuestra humanidad, siguiendo no los solos mandamientos mas fasta los estrechos consejos y perfectos exemplos de nuestro Redemptor. Las otras, no tan por lo alto, mas por algún don especial de natura o por algún celestial instincto, siquier influencia, o más propiamente por la codicia desta breve gloria y por dexar algún renombre movidas, no empero sin esfuerço grande padescieron algunas vezes y sin occurrir necessidad ni premia cosas muy graves y dignas de virtud.
Hay afuera d'ésta otra diferencia asaz grande, que las nuestras no sólo viven con verdadera y infallible lumbre en aquella eternidad merecida, mas ahun acá posseen título tan inmortal de sclarescida memoria que fasta los más excellentes, más devotos [y] enseñados varones y de más auctoridad han fecho speciales libros de sus grandes excellencias y maravillosas virtudes, tanto que ya el nombre dellas, de muy alabado, esclarescido y festejado por tantos y tan famosos auctores, tantas escripturas, libros especiales y pregones más que sonados, hoy queda tan enxalçado que es cosa de maravilla. Mas los merescimientos destas otras gentiles, por niguno quasi fueron dignamente loados, ni asentados en hystoria, ni puestos en plaça, ni fecho algún especial libro dellos. Que yo soy el primero que dellas comienço alabando escrevir, desseándoles como quier algún galardón por sus tantas y tan esclarecidas fazañas y tan excellentes y crecidas virtudes retribuyr. A la qual noble obra, Dios Nuestro Señor, que es el Padre principal y fuente verdadera de las virtudes y bienes todos, quiera su ledo rostro bolver y ser favorecedor del trabajo recebido, y me otorgue a la postre tamaña merced y gracia que todo lo que scriviere sea para su verdadero servicio, alabança y gloria sin fin.
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Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 3r-4v.
 

[Capítulo j:] De nuestra primera madre Eva, la qual ahunque no sintió las miserias de la niñez, empero no pudo fuyr la vejez y parió fijos con dolor. Y fue desterrada por su pena, y comió pan con su trabajo, y filó lana. En fin, por sus tiempos, mundanalmente murió como las otras mujeres.

Pues tengo d'escrivir qué rayos de lumbre tovieron las insignes mujeres, no parescerá cosa no devida començar de la madre de todos. Ca ella assí como más antiga madre y primera, así fue insigne y tovo magníficas y grandes ventajas, ca no fue produzida en esta desventurada valle de miserias, en la qual todos los hombres nascemos para trabajo, ni fue fabricada con el mesmo martillo y yunque que las otras, ni vino al mundo llorando el crimen de su nascimiento, como las que nascen agora, ni nasció flaca y sin fuerça, como nacen los otros, mas (lo que nunca oymos haver a otro contecido) como aquel buen maestro de todas las cosas hoviesse con su mano propia formado a Adam y le hoviesse del campo, que después llamaron Damasceno, trasladado al huerto de los deleytes y le hoviesse resolvido en sueño plaziente, con el artificio por él sólo conoscido, del lado del que dormía sacó su compañera, que fue nuestra primera madre, ya discreta y mujer cumplida, para varón muy gozosa y leda por el deleyte del lugar y por ver su fazedor, y immortal si no pecara, y señora de todas las cosas, y compañera del varón ya despierto, y por él llamada Eva.
Pregunto, ¿qué mayor y más noble cosa pudo jamás conteçer a hombre nascido? Allende esto podéys pensar que tuvo una maravillosa fermosura. Ca demando, ¿qué cosa fue nunca fecha con la mano de Dios que no sobrepuje las otras en belleza? E ahunque esta fermosura haya de pereçer con los años -o en medio de la edad con una pequeña dolencia muchas vezes se pierda-, empero porque las mujeres la cuentan entre las más principales excellencias suyas, y por ella han alcançado por un indiscreto juhizio de los hombres mucha gloria, no sin causa ni demasiadamente ha sido puesta entre las claridades y noblezas dellas como principal gracia y se porná en las siguientes.
Allende de lo dicho, ésta assí por derecho de nascimiento como de morada fue cibdadana de paradiso y cubierta de un resplandor a nosotros ignoto, y gozando juntamente con su marido de los deleytes del lugar, el enemigo muy invidioso de su prosperidad con falso consejo le puso en el pensamiento que si venía contra aquella única ley que Dios les havía puesto podrían alcançar mayor gloria. A lo qual, como diesse fe con su liviandad femenil más de lo que a ella y a nosotros cumplía, y pensasse locamente haver por ello de subir a grado mas alto con blandas palabras, traxo al marido a su opinión. Y assí, luego que contra la ley del Señor con loco atrevimiento hovieron gustado la fruta del árbol de la sciencia de bien y de mal, a sí y a todos sus descendientes traxeron de la folgança y eternidad a trabajos cuydadosos y mísera muerte, y de patria deleytosa vinieron entre spinas, céspedes y cantos.
Ca en partiéndose dende, reprendidos de su Creador yrado, y dexándolos aquella lumbrosa claridad de que estavan primero cubiertos, puestas sobre sí fojas de árboles por vestidura, echados y desterrados del lugar de los deleytes, vinieron al territorio de Hebrón. E ahí, esta noble muger, esclarescida por sus fazañas, como primera de todas hoviesse inventado -y segund que algunos creyeron mientre su marido cavava- filar con la rueca, muchas vezes experimentó los dolores del parto y padesció las angustias que suelen atormentar el coraçón por la pérdida y muerte de los fijos y de los nietos; y dexados los fijos y caluras y otros trabajos que padesció, ya fatigada, haviendo de morir, llegó ala vejez.
Mas no sin renombre de muy excellente y sanctíssima persona, ca tanto sintió el grave destierro y las tantas desaventuras y daños, que de sola su causa en ella y en sus descendientes por su grave peccado havían seguido, que siempre llorava y gemía, siempre afeava y dolía su culpa, siempre se llamava homecida mortal de todos sus fijos. Y por ende, con tanto rigor de penitencia su delicada y tan noble persona ella fatigava, penava, y affligía, que fasta los santos ángeles movió a compassión, los quales visto su tanto reconoscimiento y dolor, con tanto fervor y desseo presentaron ante Nuestro Señor sus tantas lágrimas, sospiros y llantos, y le suplicaron tan humilmente por ella que le ganaron no sólo perdón, mas consuelo maravilloso para en sus tribulaciones y angustias, ca le revelaron de cómo havía de nascer de su sangre una tan alta y tan virtuosa donzella que sola remediaría los tantos inconvenientes y daños que havía ella causado. Y sabido el nombre de aquélla, que sería María, con tanta devoción y esperança en sus afruentas y partos la invocava, y ahun antes de nascer, que sintía en la reclamando y en la nombrar descanso muy grande, alivio y consuelo especial en sus graves trabajos, dolores y angustias.
¿Quién puede pensar, dizen algunos grandes contemplativos, quántas vezes ella reconosciendo la gravedad de su yerro y culpa tan desigual, y los males terribles que della seguían, [cómo] dava vozes al cielo, gemía y llorava, y se quería desfazer de dolor? ¡O, con qué sospiros, sollozos y lamentaciones suplicava entonce a Nuestro Señor que bolviesse contra sola ella su yra, y de sola ella tomasse vengança, pues ella sola tenía la culpa, ella era la sola causa de se aver todo el mundo perdido, sola por ende merescía la pena, no los tristes sin culpa que havían de naçer! ¡O, quán terrible y crudamente se movía entonce contra sí misma, quán ásperamente se penava y se affligía, se atormentava y se desfazía con ayunos, vigilias, abstinencias, con açotes y oraciones llorosas y otros rigores de penitencias terribles, fasta que vencida cahía por suelo y reclamava a su fija que rogasse por ella! Trabajava, en fin, la triste cómo en todos sus fechos podiesse alguna enmienda fazer por su tanto y tan grave crimen, y assí optuvo de Nuestro Señor a la postre grandes consuelos, revelaciones y gustos muy altos de contemplación, tanto que al tiempo de la muerte le hovo de embiar Dios Nuestro Señor al príncipe de los ángeles y capitán de los escogidos, Sant Miguel, para que recibiesse aquella tan sancta, devota y bienaventurada alma y la levasse al descanso del Sancto Limbo, donde falló [a] aquel su tan amado y tan llorado primer justo fijo Abel, y con él y con los otros escogidos fijos suyos recibió consuelo grande; y esperó con mucha paciencia y desseo fasta la venida de aquella tan sancta, excellente y tan desseada fija suya, y siempre virgen, Señora Nuestra María, por cuyo medio y del fruto maravilloso de su vaso real, que fue Nuestro Redemptor, su grave cahída y perdimiento mortal fue reparado, ella y sus fijos librados del cativerio tan largo en que estavan, y a la postre levados a la eterna bienaventurança del cielo, do fuelgan sin fin y folgarán para siempre jamás.

Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 5 r.
 
Capítulo ij: De Semíramis, reyna de los assirios, la qual muerto su marido Nino, en lugar de su fijo se vistió como hombre y fizo y exerció muy ásperamente la arte militar y del campo. Y no solamente conservó el reyno de su marido, mas ahun fizo el adarbe de Babilonia y acrescentó su reyno fasta la India.

Semíramis fue insigne y muy antigua reyna de los assirios. Empero, ¿quién fueron su padre y madre y de dónde descendió la antigüidad?, lo ha quitado de la memoria, salvo lo que fabulosamente plaze a los antiguos, que dixeron ella haver sido fija de Neptuno. El qual con errónea creencia affirmava haver sido fijo de Saturno y dios de la mar. Lo qual, ahunque no se deva creer, es empero argumento que ella fue de noble linaje. Y casó con Nino, rey excellente de los assirios; y de él parió a Nino, fijo único. Mas después de ganada la Asia y conquistados los Bacthros, murió el rey de golpe de saeta. Y como ésta fuesse muy moça y el fijo niño, pensando y arbitrando no ser cosa segura encommendar el govierno de tan grande y oriental imperio a edad tan tierna, fue de tan esforçado coraçón que osó emprender de regir con fuerças, industria, maña y ingenio aquellas naciones que su marido, hombre feroce y guerrero, havía con armas sojuzgado.
Ca ella, pensada una astucia mujeril y un grande engaño, la primera cosa que fizo [fue] que decibió las huestes de su marido ya muerto, y no maravilla ca era Semíramis en las aposturas y faciones de la cara muy semejante a su fijo. Ca ambos no tenían pelo alguno en el rostro y la voz femenil, por su edad, no era differenciada de la del infante; y en la statura del cuerpo, nada o un poquito mayorcita no era desemejante de la del fijo. Y ayudándole todo esto, porque ninguna cosa le contrastasse por adelante que pudiesse descubrir el engaño, púsose en la cabeça la real corona y con luengos vestidos cubrióse los braços y las piernas. E porque los assirios no tenían en costumbre aquella manera de vestir, porque la novidad del hábito no diesse causa de admiración a los moradores y c[o]marcanos, fizo que todo el pueblo se vistiesse de aquella manera. E assí fingiendo, la que fue mujer en tiempos p[a]ssados de Nino ser su fijo, y desfreçándose la muger como mochacho, con maravillosa diligencia alcançó la majestad real y guardó la disciplina militar.
Y mintiendo ser hombre, fizo muchas cosas grandes y notables para qualesquiere varones, quanto quier esforçados y rezios. Y como no perdonasse a trabajo alguno o se espantando de algún peligro, y con fazañas nunca oydas hoviesse sobrado la invidia y odio de todos, no temió de revelar a todos quién ella era y cómo havía fecho aquella fictión con engaño mujeril. Quasi queriendo mostrar que para el imperio no se devía haver tanto respecto del sexo como del ánimo. La qual cosa quánto dio causa de admiración a los que consideraron y pesaron la fazaña.
Tanto ensanchó y divulgó la fama y insigne majestad desta mujer, [que] ésta (porque digamos algo más por estenso sus fazañas) después de aquella señalada fictión, tomadas las armas y tomado tanbién el coraçón de su marido, no solamente defendió y conservó el imperio que su marido havía conquistado, mas ahun le ayuntó la Ethiopía, conquistada por ella con áspera guerra. Y dende sus armas valientes bolvió para la India, a la qual ninguno havía ydo jamás, salvo su marido. Allende desto, restauró a Babilonia, obra muy antiga de Nembrot y cibdad en aquel tiempo muy grande, en el territorio de Senaar, y fízole adarbes de ladrillo cocho (mezclando arena, pez y betumen) de maravillosa altura y anchura y gordeza, siendo el cerco de la cibdad muy luengo.
E porque entre sus muchas fazañas, alabándola mucho, digamos una cosa digna de memoria, por cosa muy cierta se affirma que ella después de apaziguadas sus cosas y estoviendo en ocio y reposo, como un día -con la diligencia que las mujeres acostumbran- estuviesse con sus criadas y camareras faziéndose la clencha, y a fuer de la patria se trençasse el cabello, acaheció que como no hoviesse fecho sino la meatad de la clencha le vinieron a dezir súbitamente que Babilonia se le havía rebellado y se havía puesto so el yugo de su andado. De lo qual se alteró tan fuertemente que lançado el peyne, luego en esse punto con muy grand saña se levantó del officio mujeril, y tomó y púsose acuestas las armas y con sus huestes cercó la cibdad tan poderosa, y no se acabó de componer la parte del cabello que le quedara fasta que forçó la cibdad con luengo cerco a que se le diesse y la traxiesse debaxo de su señorío y mando con ásperas armas y guerra muy rezia. De cuya fazaña fizo mucho tiempo testigo una grande statua fecha de cobre puesta en Babilonia, mostrando los cabellos del un lado sueltos y del otro compuestos y trençados.
Allende desto, edificó muchas cibdades de nuevo y fizo grandes fazañas, las quales en tanto la vejez ha quitado de la memoria, que cosa ninguna (salvo lo dicho) que a su loor pertenezca ha llegado a nuestra noticia. Empero todas estas cosas no solamente en muger, mas en qualquier varón fueran maravillosas, esforçadas y loables y dignas de ser perenalmente celebradas.
Esta vellaca mujer ensuzió con una sola suziedad y flaqueza, ca en[c]endida entre otras de una continua comezón de luxuria, la desaventurada, según se cree, se dio a muchos, y entre sus enamorados se cuenta su mismo fijo, mancebo de muy fermosa disposición. El qual, después de haverse echado con su madre y havido parte con ella por lugar no devido, cosa por cierto más abominable y bestial que humana, mientra ella sudava peleando contra los enemigos en el campo estava él con la pierna tendida, ocioso en el thálamo y strado. ¡O caso y fecho scelerado! ¡Cómo buela esta pestilencia de la fama sin distinción alguna de tiempos, assí quando los reyes tienen cuydados como quando están en peleas sangrientas y ahun, lo que pareçe más ser cosa monstruosa, estando entre lágrima y destierro! ¡Y cómo poco a poco occupa la razón descuydada, y trayéndola a perdición ensuzia y afea toda la honra con manzilla deshonesta y disforme! De la qual, amanzillada Semíramis, pensando de quitar con astucia lo que havía con su dissolución ensuziado, dizen que fizo aquella insigne ley en donde permitía a sus súbditos que acerca las cosas de la carne y appetitos de luxuria fiziessen lo que les pluguiesse. Y temiendo que alguna de sus damas no le quitasse quiçá el allegamiento de su fijo (según algunos dizen), fue la primera que falló el uso de los paños de honor, y fízolos poner a todas sus camareras y encerrólas en una sala. Lo qual (según dizen) observan ahún hoy los egypcios y affros.
Empero otros scriven que como se hoviesse enamorado de su fijo, y siendo ya de edad provecta se hoviesse echado con él después de haver reynado treynta y dos años, la mató. De los quales discuerdan otros, affirmando que ella mezcló crueza con la luxuria, y dizen haver ella acostumbrado que a l[o]s que llamava para cumplir sus carnales apetitos y el fuego de su dissolución y desseos desordenados, por encubrir su maldad, luego después de haver passado sus deleytes con ellos, mandava matarlos. Empero hoviéndose algunas vezes empreñado, descubrió con el parto sus dissoluciones. Para lo qual excusar, dizen, publicó aquella excellente ley de que poco ante fize mención. Y ahunque paresce que encubrió un poco la dissolución del fijo, no pudo empero quitarle la saña, el qual o porque viesse otros haver hovido parte con su madre como él, o porque hoviesse vergüença de la dissolución de su madre, o se espantasse que de tal ayuntamiento nasciessen fijos para succeder en el imperio, movido de yra mató a la vellaca reyna.
No la pintan ni por tan deshonesta ni por tan embuelta en vicios tan crudos y feos como el Bocacio algunos famosos y más ciertos auctores, antes los más dellos dizen que todos sus amores y deshonestos crímines que con el fijo acometió nascieron de un honesto y constante amor que a su marido, el rey Nino, tovo. Ca porque de la tan casta memoria del tan amado marido sus desseos y amores apartar no podía y el fijo parescía al padre más que hombre podiesse a otro pareçer, tomóle cobdicia como a un traslado tan vivo del finado marido suyo [para] tenerle presente y mucho cabe sí; y de la mucha continuación de le abraçar y besar y contemplar las faciones y gesto de aquél por la delectable memoria que del marido le rezentava, hovo de caher en desseo de mezclarse con él, y a la postre casarse, que fue lo peor. Y assí, del honesto amor del marido en el tan deshonesto del fijo cayda, por cubrir siquier la tanta fealdad de su crimen, osó estableçer aquella ley espantosa en que se dava licencia de casar las fijas con los padres, y lo que es más contra ley: los fijos con las madres, cuya perversa y nefanda costumbre fasta la sancta venida del eterno príncipe, Christo Nuestro Señor, remediar no se pudo, como fasta el mismo pagano Bardesanes, el de Soria, el Eusebio escrive que lo atestigua.

Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, f. 6 r y ss..
 

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