El País de los Sueños – Charles De Lint

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el pais de los sueniosUnos terribles sueños turban el descanso de Nina. En ellos se ve convertida en animal y es ferozmente atacada por otras criaturas. Después, los sueños empiezan a presentarse en pleno día, mientras Nina está perfectamente despierta. Nina esta convencida de que la culpable de lo que le ocurre es su prima Ashley, una chica rebelde, que lee con deleite libros de ocultismo y brujería. Sin embargo, Ashley tiene sus propios problemas. Desde la muerte de su madre no ha tenido a nadie a su lado y la soledad y la frustración han hecho mella en su alma. Por su parte, Ashley es perseguida por un extraño ser de ojos amenazadores y eso la empuja a consultar a una vieja amiga, echadora del tarot, quien a su vez la lleva ante un shaman kickaha. Así, averiguan que un espírltu maligno está intentando posesionarse del alma de Nina y paradójicamente sólo Ashley puede ayudarla.

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Nina

—No. Simplemente, no he podido ir.Hoy no te he visto en la escuela, Nina —dijo Judy—. ¿Te encuentras mal?

—Pues podrías avisarme cuando vayas a faltar. Te he buscado por todas partes. A la hora de comer, el Tanque y su grupo han terminado sentados en mi mesa. ¡Por poco me muero!

—¿Por qué no te has levantado y te has cambiado de sitio?

—¿Por qué iba a hacerlo? Yo estaba allí primero. Además, pensaba que tú o Laurie apareceríais para rescatarme, pero ella tampoco ha venido a clase esta mañana. Por cierto, ¿cómo es que has decidido hacer novillos?

—Anoche tuve otro de esos sueños y no he tenido ánimos para ir.

—¿Qué has sido esta vez? —preguntó Judy con una risilla—. ¿Un elefante?

—No tiene gracia.

—Lo sé. Lo siento. ¿Que eras esta vez?

—Un conejo. Uno de esos gazapos minúsculos que se ven a veces por el campus de la Universidad Butler.

Si miraba entre sus zapatillas deportivas, que tenía apoyadas en alto sobre el alféizar de la ventana del dormitorio, Nina Garaballo podía distinguir el ornado campanario de Meggernie Hall, que se alzaba en la colina de la universidad, dominando el campus y el parque donde la noche anterior había soñado que…

 

El cuerpo le resultaba raro. Desproporcionado. Lo veía todo desde una perspectiva demasiado baja, como si estuviera tendida en la hierba, pero tenía la certeza de estar sentada con el cuerpo erguido. Su visión periférica era tan amplia que casi podía ver lo que sucedía a su espalda. Su nariz no cesaba de vibrar y era capaz de captar todos los olores presentes en la noche. La hierba recién cortada. La fragancia dulzona de las lilas cercanas. El aroma fascinante que desprendía un envoltorio de caramelo arrojado al suelo.

Inició un movimiento para investigar el papel y tropezó, hecha un lío de patas. Las extremidades posteriores eran demasiado largas y torpes, mientras que las delanteras resultaban demasiado cortas. De su garganta surgió un sonido demasiado parecido, para su gusto, al chillido de un cerdo. Allí tendida, tumbada desgarbadamente sobre la hierba, tuvo ganas de gritar.

Porque advirtió lo que había sucedido.

Estaba sufriendo otro de aquellos sueños horribles. Torpemente, se incorporó y miró a su alrededor. Y se descubrió empezando a acicalarse, para lo cual lamía la suave piel del hombro con su pequeña lengua rosada.

Se detuvo de inmediato, asqueada por lo que estaba haciendo.

«! Quiero despertar!», exclamó.

Las palabras surgieron de su garganta en forma de un nuevo chillido.

Seguido del silencio.

Pero de un silencio no absoluto. Sus largas orejas se irguieron al captar el rumor dc unas pisadas sobre la hierba. Volvió la cabeza y descubrió una silueta enorme, en sombras, que se acercaba a ella con cautela desde el otro lado del parque.

Se quedó inmóvil, petrificada de miedo.

Era un mastín inmenso, un perrazo monstruoso del que se habría mantenido a distancia incluso si hubiera estado en su propio cuerpo.

El mastín hizo una pausa al advertir que había sido descubierto. Por alguna característica especial del sistema de visión dcl cuerpo que ocupaba, tan pronto como el perro se detuvo le resultó casi imposible reconocerlo. Miró con más detenimiento, tratando de distinguirlo, con el corazón galopándole al doble del ritmo normal en su minúsculo pecho. La extensión de hierba y la mole del mastín se confundieron en una sombra indistinguible.

Hasta que el perro se lanzó sobre ella.

Su gruñido la paralizó durante unos largos latidos más antes de reaccionar.

O  de intentarlo.

Desorientada respecto a la extraña forma de sus extremidades y al movimiento que debían llevar, cayó tendida de nuevo. Antes de que pudiera recuperarse, el mastín se alzaba ya sobre ella, capturaba su frágil cuerpo y le trituraba los huesos mientras hundía los dientes en su carne…

 

Y entonces he despertado —añadió.

—¡Oh, vaya espanto! —respondió Judy—. ¿De veras te has sentido morir? He oído decir que, si uno sueña que muere, no tarda en hacerlo de verdad.

Nina se cambió de oído el auricular del teléfono.

—Pero eso no es lo peor —añadió—. Esta vez tengo pruebas de que es Ashley quien me ha echado un hechizo.

¡Vamos, vamos! —replicó Judy con una risilla nerviosa—. No irás a creerte en serio una cosa así …

—La he visto —sentenció Nina.

 

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