El Bello Jorgito – Roald Dahl

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Roald DahlEl Bello Jorgito es un cuento del libro GÉNESIS y CATÁSTROFE.

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Sin querer darme autobombo en absoluto, creo que se me puede considerar en casi todos los aspectos un individuo bastante completo y maduro. He viajado mucho y leído lo suficiente. Hablo griego y latín. Me defiendo en ciencias. Puedo tolerar que los demás defiendan una política moderadamente liberal. He recopilado un volumen de notas sobre la evolución del madrigal en el siglo XV. He sido testigo de la muerte de gran número de personas en sus camas; además, he influido, o al menos así lo espero, en la vida de bastantes otras, gracias a los sermones que he dado desde el púlpito.

Pero, a pesar de todo, he de confesar que jamás en mi vida —bueno, ¿cómo diría yo?— he tenido mucho trato con las mujeres.

Para ser absolutamente sincero, he de reconocer que hasta hace unas tres semanas ni siquiera le había puesto la mano encima a ninguna de ellas, salvo, quizá, para ayudarlas a atravesar un seto cuando la ocasión lo requería. Incluso en tales casos, siempre intentaba tocar sólo el hombro, o la cintura, o cualquier otro sitio en el que la piel estuviera tapada, pues lo que nunca he podido soportar es el contacto directo de una piel femenina. El que la piel tocara otra, es decir, el que mi piel tocara la de una mujer, ya fuera una pierna, un cuello, un rostro, una mano o simplemente un dedo, me resultaba tan repugnante que, invariablemente, al saludar a una dama, mantenía las manos fuertemente unidas a la espalda para evitar el ineludible apretón.

Puedo incluso decir que cualquier contacto físico con ellas, aun cuando la piel no esté desnuda, me altera extraordinariamente. Si una mujer se para a mi lado en una cola, de modo que nuestros cuerpos se rocen, o si se desliza a mi lado en el asiento del autobús, cadera con cadera, muslo con muslo, mis mejillas empiezan a arder y la coronilla se me llena de gotitas de sudor.

Este comportamiento es muy lógico en un colegial que acaba de llegar a la pubertad. En su caso, es un truco de la madre naturaleza para echar el freno y mantener quieto al chico hasta que llegue a la edad de portarse como un caballero. A mí me parece muy bien.

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