amescua_mira_de_-_la_casa_del_tahur 357.74 Kb
Hijo, que único heredero de mi casa y de mi honor has nacido, no es amor la pasión con que te quiero. Un afecto es, más asido al alma. Aunque dije mal –amor es, mas sin igual. Amor singular ha sido. La escuela de mis verdades y consejos te ha crïado, pero tu error te ha llevado por juegos y mocedades. Jugabas lo que tenías, y no tenías también, y tierno quisiste bien cuantas mujeres veías.
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Hijo, que único heredero
de mi casa y de mi honor
has nacido, no es amor
la pasión con que te quiero.
Un afecto es, más asido
al alma. Aunque dije mal
–amor es, mas sin igual.
Amor singular ha sido.
La escuela de mis verdades
y consejos te ha crïado,
pero tu error te ha llevado
por juegos y mocedades.
Jugabas lo que tenías,
y no tenías también,
y tierno quisiste bien
cuantas mujeres veías.
Contrario amor suele estar
al juego, y en tu sosiego
ni el amor divirtió el juego
ni el jugar venció al amar.
En una y [en] otra guerra,
que el juego y amor son lides,
siempre estabas como Alcides,
un pie en el mar, otro en tierra.
Remedio, por mil caminos,
intenté en vano a mi pena,
y al fin hallé el que refrena
juveniles desatinos.
Caséte con Isabela
de quien fui tutor y a quien
ha aprovechado más bien
la doctrina de mi escuela.
En su rostro, en su cordura,
con singular eminencia,
aun están en competencia
la virtud y la hermosura.
Ha durado la alegría
en tu casa, en quien estoy
como huésped, hasta hoy.
Éste es el octavo día.
En la casa del tahur
se dice que dura poco.
Pues ya los umbrales toco
de la muerte, y su segur
siento casi a la garganta,
¡dulce muerte me acomoda!
Haz cuenta que siempre es boda.
Dure, oh hijo, esta paz santa.
Yo, en mi casa y retirado,
mirar tu enmienda pretendo;
procedo bien advirtiendo
que ya mi hacienda te he dado.
Tuya es ya la renta mía;
no tengo más que dejarte.
Sólo reservo la parte
que al alma me convenía.
Si le perdieres, apela
al hospital y no a mí.
Hacienda y mujer te di.
Buen dote trujo Isabela.
Bien sé que cuerdo dispones
el gobierno de tu casa;
que el error del joven pasa
con nuevas obligaciones.
Bien sé que el dichoso estado,
en que ya vives contento,
despierta tu entendimiento
y nueva razón te ha dado;
pero nunca inútil es
el buen consejo.
ALEJANDRO: Señor,
agradecido a ese amor,
beso mil veces tu pies.
Yo con Isabela vivo,
preso de amor. ¿Qué cuidado
vencerá un enamorado?
¿Ni qué juego al que es cautivo?
Mucho estimo tus consejos,
que al fin me doctrinan y aman.
Vejeces los mozos llaman
lo que prudencia los viejos;
pero a mí ya me recrea
tu elección. No la condeno,
que siempre el consejo es bueno
aunque menester no sea.
Adentro ROQUE y dos MÚSICOS
ROQUE: Brindis, sos músicos.
MÚSICO 1: Mía es la obligación.
Espera,ya la paga.
ROQUE: ¡Oh, quién tuviera
una boda cada día!
MARCELO: Tus amigos te visitan
si te alegran tus crïados.
Yo me voy, hijo. Los hados
vida feliz te permitan.
Vase [MARCELO]. Salen don DIEGO, don LUIS, y
CARLOS
DIEGO: Aun huele a boda la casa.
ALEJANDRO: ¡Oh, don Diego! ¡Oh, don Lüís!
¡Qué tarde a verme venís!
LUIS: Mientras que la octava pasa
de esta doméstica fiesta,
no era ocuparte razón.
ALEJANDRO: La amistad, la obligación,
en ningún tiempo molesta.
¿Quién es aquel gentilhombre?
DIEGO: De Sevilla y caballero,
y nuestro amigo.
ALEJANDRO: Yo quiero
que mío también se nombre.
LUIS: Hanos dado a conocer
una dama sevillana…
No mujer, no cosa humana…
Ángel es, que no mujer.
Aquí a Madrid ha venido
con su madre a proseguir
ciertos pleitos.
DIEGO: Y a decir
que sola Sevilla ha sido
la madre de la hermosura.
LUIS: Con este conocimiento
de Carlos, en su aposento,
en amistad casta y pura,
tenemos conversación.
Rífanse dulces y aloja,
y pasamos la congoja
de las siestas.
ALEJANDRO: No es razón,
señor Carlos, que yo sea
de tal amistad ajeno.
CARLOS: Si para servir soy bueno,
serviros mi alma desea.
ALEJANDRO: Mi persona y esta casa
están a vuestro servicio.
Salen los dos MÚSICOS y ROQUE con una taza y un
jarro
ROQUE: ¡No es boda donde hay jüicio!
DIEGO: ¡Hola! ¡Mirad lo que pasa!
ALEJANDRO: Roque y dos músicos son.
Mi boda están celebrando,
más bebiendo que cantando.
LUIS: No es mala la ocupación
si cantan mal, pues bebiendo
no cantarán.
ALEJANDRO: Son malditos.
ROQUE: No es, oh músicos mosquitos,
voz la vuestra sino estruendo.
Zumbadme en estos oídos,
bailaré.
ALEJANDRO: ¡Loco, despierta!
ROQUE: La boca sola está alerta
mientras duermen los sentidos.
ALEJANDRO: ¿A qué habéis salido aquí?
ROQUE: Para danzar, ¿no lo ves?,
en tus bodas.
ALEJANDRO: ¡Lindos pies de danzar!
LUIS: Serán ansí bacanales, no himeneos.
ROQUE: ¿No veis los que representan?
¡Qué bailecillos inventan
de visajes y meneos!
En ellos, si consideras,
dos diferencias se ofrecen;
que allá borrachos parecen
y aquí lo estamos de veras.
Allá se dejan caer,
tuercen el cuerpo al desgaire,
dan traspiés, burlan del aire
que el danzar debe tener.
¿Qué oficios hay inventados
que no se imiten allí?
Parecen, bailando ansí,
o locos o endemoniados.
No hay cosa en la vida humana
que no baile a su despecho.
La matemática han hecho
bailarina escarramana.
Una araña, roja y fiera,
en Italia he visto yo,
y cualquiera que picó
baila de aquesta manera.
Y pienso que no se engaña
un señor muy avisado
que dice que se han pasado
las tarántulas a España.
ALEJANDRO: Y aun hacen esos errores,
que en España renovemos
bailes que culpados vemos
en los antiguos autores.
ROQUE: Cantad, músicos panarras,
que ya me voy meneando.
MÚSICO 1: Reventaremos cantando.
ROQUE: Eso hacen las cigarras.