Ceremonia Secreta – Marco Denevi

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TapaLa señorita Leonides se movió sobre su asiento del tranvía, tosió y se volvió hacia la persona ubicada a su lado. La muchachita la miraba, fijamente, como a la espera de que sucediera algo. La señorita Leonides apartó la vista. Se sintió amenazada. Aquella joven había comenzado a envolverla, a comprometerla, le trasvasaba una carga, un peligro. Hasta la coincidencia de estar vestidas de luto creaba entre ambas un misterioso vínculo que las separaba de los demás y las colocaba juntas y aparte. Pero nadie es llamado gratuitamente por el destino. La señorita Leonides todavía no lo sabía pero en ese momento comenzaba a formar parte de una ceremonia secreta.

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CEREMONIA SECRETA:

EN LA TIENDA DEL ILUSIONISTA

 

Cristina Piña

 

Como acertadamente lo ha señalado la estética de la recepción, el transcurso del tiempo no es en absoluto indiferente para la captación de los textos literarios por parte de los lectores, sino que la modifica a partir de los cambios que se van produciendo en su horizonte de expectativas, tanto en relación con los nuevos textos que aparecen dentro del campo intelectual, como de los nuevos marcos teóricos desde los cuales se leen e interpretan dichas obras.

Tal proceso de transformación, desde mi punto de vista, resulta especialmente significativo en el caso de la nouvelle de Denevi que hoy me ocupa, Ceremonia secreta, ya que, releída desde la teorización actual sobre el conjunto de rasgos discursivos que caracterizan a los textos posmodernos, adquiere un carácter precursor que difícilmente pudiera percibirse en el momento de su publicación —1960—, fecha en la cual, por estas tierras, nadie siquiera conocía la palabra posmodernidad que, hoy en día, por el contrario, alude a la suma de características de la cultura de fin de siglo.

En efecto, cuando atendemos a la personal utilización que en ella hace Denevi de los géneros menores o populares —el relato policial, al igual que en su primera novela, Rosaura a las diez, el melodrama pero, sobre todo, el cuento de hadas—; así como la manipulación de “saberes” poco prestigiosos pero de hondo arraigo en el imaginario popular —el ocultismo que subraya el aura misteriosa de Jan Engelhardt y de la metamorfoseada Cecilia del final; las supersticiones asociadas con el “lenguaje de las flores” que sustentan las insólitas ofrendas matinales de Leonides Arrufat—; la opción por la “amenidad” en el minucioso y matemático trazado de la trama y la hábil manipulación de la voz narrativa para graduar la distancia del lector respecto de la historia, reconocemos el tipo de actitud que Umberto Eco[1], entre otros, ha señalado como propia de la ficción posmoderna, la cual rompe con la dicotomía entre arte elevado y elitista, por un lado, y arte popular y ameno, por el otro, tanto como construye su discurso a partir de citaciones sesgadamente irónicas de la tradición.

En este sentido, la presente nouvelle de Denevi —al igual que Rosaura a las diez y Falsificaciones, sobre todo— se revela como instancia que articula la transformación discursiva que, desde Borges, nos lleva a Puig y los demás narradores de los años setenta y ochenta que construyeron sus textos a partir de la apropiación de códigos tomados del arte popular en general y de los diversos géneros literarios menores, en particular.

Como considero que el reprocesamiento del cuento de hadas constituye el elemento estructurante de la nouvelle, partiré de su análisis para dar cuenta del desplazamiento irónico que opera el texto respecto del corpus tradicional en el cual se apoya.

[1]  Eco, Umberto: Apostillas a “El nombre de la rosa”. Bs. As. Lumen/ De la Flor, 1987. (3era. edición).

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